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¿Qué es el sacerdocio?

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El sacerdocio es el poder eterno y la autoridad de nuestro Padre Celestial. Mediante el sacerdocio, Dios creó los cielos y la Tierra, y los gobierna. Por medio de este poder, Él redime y exalta a Sus hijos, y otorga a los dignos poseedores del sacerdocio la autoridad para administrar las ordenanzas de salvación. Todos los hijos de nuestro Padre Celestial pueden reunir los requisitos para recibir estas ordenanzas y acceder al poder y a las bendiciones del sacerdocio...

Nuestra ordenación al sacerdocio es una invitación del Señor para andar con Él, hacer lo que Él hace, prestar servicio a Su manera.
Mis amados hermanos del sacerdocio, mi propósito hoy es reafirmarlos así como vigorizarlos en su servicio en el sacerdocio. En cierta forma, es similar al propósito que imagino que tenía el Salvador cuando conoció a un joven rico que le preguntó: “¿Qué bien haré para tener la vida eterna?”. (Mateo 19:16). Tal vez han venido a esta conferencia, así como aquel joven acudió al Salvador, preguntándose si su servicio ha sido aceptable; y al mismo tiempo, quizás perciban que hay más que hacer, ¡tal vez mucho más! Ruego que sea capaz de expresar la amorosa aprobación del Señor por lo que ya han hecho, a la vez que les ofrezco un atisbo alentador de lo que, con Su ayuda, aún pueden lograr como poseedores de Su santo sacerdocio.
Al joven rico se le pidió que vendiera todo lo que tenía y se lo diera a los pobres y que siguiera al Salvador; El futuro progreso de ustedes tal vez no requiera eso, pero probablemente requerirá cierto sacrificio. De cualquier modo, espero que mi mensaje no haga que “se vayan tristes”, como le sucedió al joven. (Véase Mateo 19:20–22.) Más bien, confío en que vayan “gozosos por [su] camino” (D. y C. 84:105) porque desean mejorar y creen que pueden.
Aun así, es natural sentirse algo inadecuados cuando consideramos lo que el Señor nos ha llamado a hacer. De hecho, si me dijeran que se sienten perfectamente capaces de cumplir con sus deberes del sacerdocio, me preocuparía que no los entendieran. Por otra parte, si me dijeran que se sienten a punto de rendirse porque la tarea supera con creces sus habilidades, entonces querría ayudarles a entender la manera en que el Señor magnifica y fortalece a los poseedores de Su sacerdocio para que hagan cosas que jamás podrían haber hecho ellos solos.
Esto es tan cierto para mí en mi llamamiento como lo es para ustedes en el suyo. Ninguno de nosotros puede hacer la obra del sacerdocio, y hacerla bien, confiando solamente en nuestra sabiduría y talentos. Eso se debe a que no es nuestra obra, sino la del Señor, y la única manera de tener éxito es confiar en Él, tanto si uno es un diácono recién llamado al que se le ha confiado la tarea de aportar una medida de poder espiritual a la ordenanza de la Santa Cena; o un maestro orientador al que el Señor le ha asignado amar y ministrar a una familia a la que no conoce y que parece que no quieran ni su amor ni su ministerio; o un padre que sabe que debe presidir en su hogar en rectitud, pero tal vez se siente inseguro de cómo hacerlo y parece quedarse sin tiempo porque los hijos se hacen rápidamente mayores y el mundo parece tan cruel y hostil.
De modo que si se sienten algo abrumados, considérenlo una buena señal, pues indica que son capaces de percibir la magnitud de la confianza que Dios ha depositado en ustedes. Significa que tienen un pequeño entendimiento de lo que es en realidad el sacerdocio.
Hay muy pocas personas en el mundo que tienen ese entendimiento. Aun los que pueden recitar una definición razonable tal vez no la entiendan del todo. Hay ciertas Escrituras que, mediante el poder del Espíritu que encierran, pueden profundizar nuestro sentimiento de asombro con respecto al santo sacerdocio. Estas son algunas de esas Escrituras.
“El poder y la autoridad del [Sacerdocio]… de Melquisedec, consiste en tener las llaves de todas las bendiciones espirituales de la iglesia:
“tener el privilegio de recibir los misterios del reino de los cielos, ver abiertos los cielos, comunicarse con la asamblea general e iglesia del Primogénito, y gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús, el mediador del nuevo convenio...


...Hermanos y hermanas, el sacerdocio es el poder mediante el cual los cielos y la tierra fueron y son creados. Los que somos miembros de la Iglesia sabemos que la fuente de este poder del sacerdocio es el Dios Todopoderoso y Su Hijo Jesucristo. El sacerdocio no sólo es el poder mediante el cual los cielos y la tierra fueron creados, sino que también es el poder que el Salvador utilizó en Su ministerio terrenal para llevar a cabo milagros, para bendecir y sanar a los enfermos, para devolver la vida a los muertos y, como el Hijo Unigénito de nuestro Padre, para soportar el intenso dolor de Getsemaní y del Calvario, cumpliendo de ese modo las leyes de la justicia con misericordia, proporcionando una Expiación infinita y venciendo la muerte física por medio de la Resurrección.
Esas son las llaves de esta autoridad del sacerdocio, y el poder subsecuente es lo que Él otorgó a Pedro, Santiago y Juan y a Sus otros apóstoles para bendecir a los demás, y para atar en los cielos aquello que es atado en la tierra.
El poder del sacerdocio es un don sagrado y esencial de Dios. Es diferente de la autoridad del sacerdocio, que es la autorización para actuar en el nombre de Dios. La autorización u ordenación se confiere por la imposición de manos. El poder del sacerdocio únicamente se manifiesta cuando aquellos que lo ejercen son dignos y actúan de acuerdo con la voluntad de Dios. Tal como declaró el presidente Spencer W. Kimball: “El Señor nos ha dado a todos parte de Su autoridad, como poseedores que somos del sacerdocio, pero podemos reclamar los poderes de los cielos sólo basado en nuestra rectitud personal” (véase “Los héroes de la juventud”, Liahona, agosto de 1976, pág. 38)...

...En el grandioso plan de nuestro Padre Celestial, que incluye el sacerdocio, los hombres tienen la singular responsabilidad de administrarlo; pero ellos no son el sacerdocio. Los hombres y las mujeres desempeñan funciones diferentes pero igualmente valiosas. Así como una mujer no puede concebir un hijo sin el hombre, tampoco el hombre puede ejercer plenamente el poder del sacerdocio para establecer una familia eterna sin la mujer. En otras palabras, en la perspectiva eterna, el hombre y la mujer comparten el poder procreativo y el poder del sacerdocio. Como esposo y esposa, el hombre y la mujer se deben esforzar por seguir a nuestro Padre Celestial. Se deben centrar en las virtudes cristianas del amor, de la humildad y la paciencia al procurar las bendiciones del sacerdocio en su vida y para su familia.

Es sumamente importante que comprendamos que nuestro Padre Celestial ha proporcionado una manera para que todos Sus hijos e hijas puedan acceder a las bendiciones del sacerdocio y sean fortalecidos mediante este poder. En el plan que Dios tiene para Sus hijos procreados en espíritu es fundamental la declaración que Él ha hecho: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).
En la revelación dada al profeta José Smith en la sección 81 de Doctrina y Convenios, el Señor explica que el poder del sacerdocio se ha de utilizar para “[socorrer] a los débiles, [levantar] las manos caídas y [fortalecer] las rodillas debilitadas” (versículo 5).
“Y en el cumplimiento de [tales] cosas realizarás el mayor beneficio para tus semejantes, y adelantarás la gloria de aquel que es tu Señor” (D. y C. 81:4)...

...Aquellos que poseen el sacerdocio y que no se esfuerzan constantemente por honrarlo mediante el servicio a nuestras familias y a los demás serán como aquellos que no reciben las bendiciones inherentes al poder del sacerdocio y sin duda se marchitarán espiritualmente, habiéndose privado de los nutrientes espirituales esenciales, de la luz y del poder de Dios en sus vidas...

El mismo poder del sacerdocio que creó mundos, galaxias y el universo puede y debe ser parte de nuestra vida para socorrer, fortalecer y bendecir a nuestra familia, nuestros amigos y nuestros vecinos; en otras palabras, para hacer las cosas que el Salvador haría si Él se encontrara ministrando entre nosotros hoy día.
Y el propósito fundamental de este sacerdocio es bendecirnos, santificarnos y purificarnos a fin de que podamos vivir juntos con nuestras familias en la presencia de nuestros Padres Celestiales, unidos por los sellamientos del sacerdocio, participando en la maravillosa obra de Dios y de Jesucristo de propagar por siempre Su luz y gloria...



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