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Conocimiento del bien y del mal y el albedrío.




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El Señor no nos forzará para que aceptemos Su Evangelio, pero si elegimos seguirlo a Él, nos bendecirá y nos enseñará a usar nuestro albedrío para llegar a ser como Él es.


Nuestro Padre Celestial y Jesucristo conocen la maldad y permiten que esa maldad este en este plano para ser probados, conocen todo pues son omniscientes. (
Que conoce todas las cosas reales y posibles.)
Experimentaron en carne propia lo que es la maldad cada quien en su tiempo de probación. Y es por ese motivo que ellos desean que aprendamos conocimiento de las cosas pasadas,  presentes y futuras.


Nuestra búsqueda de conocimiento y nuestro viaje de progreso eterno empezaron mucho antes de nuestra existencia mortal. Se nos ha dado el conocimiento claro de que durante el concilio en los cielos usamos nuestro albedrío para escoger venir a esta tierra y participar de la mortalidad. Al escoger venir a esta tierra, escogimos la oportunidad de progresar, de crecer y de obtener más conocimiento. Y en este proceso de aprendizaje y de venir a la tierra, el tomar sobre nosotros un cuerpo mortal para obtener conocimiento y para experimentar la mortalidad es una parte esencial de nuestro aprendizaje y progreso eternos.
El tema de aprender durante toda la vida es importante porque para los Santos de los Últimos Días la búsqueda constante de conocimiento no es solo secular sino también espiritual. Entendemos que el obtener conocimiento es esencial para ganar la salvación eterna. Brigham Young dijo, “Si nuestra vida se extendiera hasta mil años, todavía podríamos aprender de las vivencias”. [1]

Para la mayoría de las posesiones mundanas y temporales es verdadero el refrán: “No te lo puedes llevar”. Sin embargo, los tesoros intelectuales del conocimiento y los valores espirituales contienen una promesa de importancia eterna. Leemos en  Doctrina y Convenios, “Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección; y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” (DyC 130:18–19).

Esto es posible a la capacidad de elegir, Brigham Young Dijo: “Esta es una ley que ha existido desde las eternidades, y seguirá existiendo aun a través de todas las eternidades venideras. Todo ser inteligente debe tener el poder de elegir” (Discourses of Brigham Young, pág. 62).


El albedrío nos permite ser como Dios, conociendo el bien y el mal, son necesarios para nuestro progreso, ya sea que hagamos el mal o recibamos el mal, todo es para nuestro provecho, debido que es experiencia, claro esta en nuestra doctrina que no podremos llegar a la exaltación haciendo el mal, pero si sera de provecho al conocer los dos lados de la moneda. Si estamos haciendo el mal es momento de arrepentirnos y ayudar a otros base nuestra experiencia a dejar el error.

“Este albedrío”, cita el presidente Wilford Woodruff, “ha sido siempre la herencia del hombre bajo las normas y el gobierno de Dios. Lo tuvo en el cielo de los cielos aun antes de que el mundo fuese, y el Señor no quiso quitarlo, y lo defendió ante la amenaza de Lucifer y de aquellos que estaban de parte de él… Es en virtud de este albedrío que tanto ustedes como yo y todo el género humano somos hechos seres responsables, sí, responsables del curso que seguimos, de la clase de vida que vivimos y de las obras que ejecutamos” (
Discourses of Wilford Woodruff, págs. 8–9).

Así que mientras la mortalidad no es más que un momento en la eternidad, el aprender por toda la vida mortal es una parte esencial de nuestra educación eterna. Aquí en la tierra, como lo dijo Brigham Young, “estamos en una gran escuela”. 
[2]
Algunas veces limitamos nuestro aprendizaje al creer que es solamente un curso o que se trata de ganar un título. Pero cuando vemos las escrituras, nos dan el programa de estudio para quienes estudian toda la vida: “cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos” (DyC 88:79).

El primer versículo del Libro de Mormón dice: “Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre” (1 Nefi 1:1). Así como el campo de estudio de Nefi era toda la ciencia de su padre, quienes aprenden toda la vida no tienen límites en su búsqueda de mayor conocimiento.
Quienes aprenden toda la vida tienen un deseo interior insaciable de adquirir mayor conocimiento en una amplia gama de temas y disciplinas. La recompensa para ellos es el gozo de aprender y adquirir conocimientos en un espectro amplio de los temas que les interesan.
Algunos se preguntarán si es posible enseñar a estudiar durante toda la vida o si eso es simplemente un don genético. De la misma forma en que algunos nacen con mayor velocidad, algunos de nosotros podemos tener de manera natural el deseo de aprender. Es más, así como los entrenadores eficientes pueden mejorar la capacidad de quien esté dispuesto a pagar el precio, de la misma manera nuestro Padre Celestial está deseoso de bendecirnos con el impulso y la determinación de llegar a convertirnos en estudiantes de toda la vida si es que estamos dispuestos a pagar el precio.
Con frecuencia se necesita un gran maestro para motivarnos e infundir ese deseo en nosotros. ¿Cómo podemos mejorar nuestro deseo y aumentar en los demás ese deseo de adquirir más conocimiento y experiencias durante toda la vida?

Conocimiento de lo bueno y lo malo

Para que el Señor nos juzgue en justicia, es necesario que seamos capaces de pensar, de razonar y de elegir. Debemos comprender lo que estamos haciendo y reconocer la diferencia que existe entre lo bueno y lo malo. Si una persona es demasiado joven o por otra razón no puede entender estas diferencias, no podrá ser juzgado de igual forma que aquellos que sí las entienden.
Por esta razón, no somos responsables de nuestras decisiones ante el Señor hasta que cumplimos ocho años de edad. En ese momento alcanzamos la edad de responsabilidad (véase D. y C. 68:25–27); lo que significa que después de haber cumplido ocho años seremos responsables de todo lo que hagamos, a menos que tengamos algún impedimento mental que nos prive de ser responsables de nuestros actos.

La libertad de hacer elecciones

A fin de poder usar nuestro albedrío, debemos tener elecciones que hacer. Si tenemos la capacidad para elegir pero no hay nada que podamos elegir, no tenemos albedrío. O sea que no podemos elegir a menos que se nos presente una alternativa. El uso más grande de nuestro albedrío consiste en elegir entre lo bueno y lo malo. Es por eso que nuestro Padre Celestial permite que Satanás se oponga a lo bueno. Pero cuando cedemos a las tentaciones de Satanás, limitamos nuestras elecciones. Cada vez que elegimos lo malo, perdemos algo de nuestra libertad. Por otra parte, nuestra libertad aumenta sólo cuando elegimos lo correcto...

Es por ello que debemos estudiar las escrituras para saber como obra el señor y usar prudentemente nuestro albedrío.
El estudio de las escrituras durante toda la vida es una búsqueda interminable de percepciones espirituales y del desarrollo que resulta cuando las aplicamos a nuestra vida. Como Santos de los Últimos Días, entendemos que el adquirir conocimiento espiritual, el tener experiencias espirituales y el desarrollar nuestros dones y aptitudes son importantes para nuestro crecimiento mortal. Además, debemos desarrollar nuestras disposiciones espirituales con respecto a Dios, nuestro Padre, y Su Hijo, Jesucristo, y cultivar las cualidades de fe y obediencia que invitarán al Espíritu Santo a que venga a nuestra vida. También crecemos espiritualmente cuando servimos y protegemos a nuestros prójimos y al mundo que nos rodea. Todos estos elementos del aprendizaje de toda la vida tienen consecuencias eternas, y sus recompensas son la esencia de nuestra meta mortal de obtener logros y cualidades espirituales. Los resultados de nuestro estudio durante toda la vida no se reflejan en las calificaciones, los títulos o los honores sino en las personas en quiénes nos convertimos. Nuestra meta es desarrollar los eternos valores del carácter tales como el conocimiento, la esperanza, la fe, la caridad y el amor. Ésta es la búsqueda más importante que tenemos al aprender.
Samuel, el Profeta del Libro de Mormón, declaró:
“Él [Dios] os ha concedido que discernáis el bien del mal, y os ha concedido que escojáis la vida o la muerte; y podéis hacer lo bueno, y ser restaurados a lo que es bueno, es decir, que os sea restituido lo que es bueno; o podéis hacer lo malo, y hacer que lo que es malo os sea restituido” (Helamán 14:31).
El principio del albedrío es como la ley de la siega: Todo lo que sembremos es lo que vamos a cosechar (véase Gálatas 6:7–8). El granjero vive literalmente según esta ley, ya que la clase de semilla que elija plantar determinará qué fruto él cosechará. Si planta semillas de trigo, cosechará trigo, no maíz. Tampoco puede elegir descuidar su plantación después de la siembra y tener una buena cosecha.
Así como sucede en el caso del granjero, en nuestra vida las consecuencias están íntimamente ligadas a las elecciones que hagamos; y una vez que las hacemos, debemos aceptar los resultados que consigo acarrean. Ocurrirá en alguna ocasión que no podremos ver las consecuencias totales sino hasta que seamos juzgados por Dios; pero muchas veces se ven poco después de hacer las elecciones. Por ejemplo, como miembros de la Iglesia se nos concede el don del Espíritu Santo después de nuestro bautismo. La totalidad del beneficio de tener el Espíritu Santo como nuestro compañero no lo recibiremos sino hasta después de la resurrección....

No podemos saber que es lo que el señor de sea de nosotros al menos que sepamos mediante el conocimiento que es lo que espera de cada uno de nosotros, si descuidamos el estudiar y el uso correcto del albedrío estaremos sin la capacidad de elegir.
El presidente David O. McKay declaró lo siguiente:
“Próximo al otorgamiento de la vida misma, el derecho de dirigir nuestra propia vida es el don más grande que Dios le ha dado al hombre. La libertad de elección es un tesoro más preciado que cualquier posesión que pudiéramos tener en esta tierra; viene con el espíritu del hombre; es un don divino de cada ser normal… Se le ha dado al hombre una investidura especial, que no se ha otorgado a ninguna otra criatura viviente. Dios le entregó el poder de elegir. El Creador dijo solamente al ser humano: ‘Podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido’ (Moisés 3:17). Sin este divino poder de hacer elecciones, la humanidad no podría progresar” (“Man’s Free Agency”, Improvement Era, diciembre de 1965, pág. 1073).
Debemos tener albedrío para progresar; pero debemos usarlo en forma correcta, ya que Dios nos hará responsables de nuestras elecciones. Hemos de elegir sabiamente y la única manera de hacerlo es obedeciendo a nuestro Padre Celestial. También debemos dirigirnos a Él en oración, escuchar a Sus Profetas y ser dignos de la guía del Espíritu Santo.

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Notas

[1] Brigham Young, en Journal of Discourses (Londres: Latter-Day Saints’ Book Depot, 1854–1886), 9:292.
[2] Brigham Young, en Journal of Discourses, 12:124.
[3] Ezra Taft Benson, “A New Witness for Christ”, Ensign noviembre de 1984, páginas 6–7; en el que citaba a José Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-Day Saints, editado por B. H. Roberts, 2ª edición revisada. (Salt Lake City: Deseret News, 1957), 4:461.

El albedrío es un don de Dios

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