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La necesidad que tenemos de un Salvador.

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El élder Jeffrey R. Holland contó la historia de un alpinista que colgaba de manera precaria de una cornisa empinada en un cañón, sin que nada evitara que cayera hacia la muerte. Justo cuando las manos se le empezaron a resbalar en la superficie arenosa de la cornisa, sintió las manos de su hermano menor que le sostuvieron las muñecas y tiraron de él para salvarlo. El élder Holland comparó la experiencia del alpinista con nuestra condición en este mundo caído:
“… en verdad hubo un Adán y una Eva que cayeron de un Edén real con todas las consecuencias que eso acarreaba… Debido a que nacimos en ese mundo caído y a que nosotros asimismo transgrediríamos las leyes de Dios, también se nos sentenció a los mismos castigos que afrontaron Adán y Eva.
“¡Qué situación difícil! Toda la raza humana en caída libre: cada hombre, mujer y niño cayendo físicamente hacia la muerte permanente, sumiéndose espiritualmente en una angustia eterna. ¿Es eso lo que se suponía que fuera la vida? ¿Es este el espectacular final de la experiencia humana? ¿Estamos todos colgados en un cañón frío en algún lugar de un universo indiferente, cada uno buscando un punto en el cual apoyarnos, cada uno buscando algo a lo que asirnos, con nada más que la sensación de arena deslizándose bajo los dedos, sin nada que nos salve, nada a lo que podamos sujetarnos, y mucho menos nada que nos sujete?… 
“La respuesta a esas preguntas es un rotundo y eterno ¡no!… [La] Expiación lograría la victoria completa contra la muerte física, concediendo incondicionalmente la resurrección a toda persona que hubiese nacido o que naciese en este mundo. De manera misericordiosa, también proporcionaría el perdón de los pecados individuales de cada uno, desde Adán hasta el fin del mundo, siempre y cuando nos arrepintiésemos y obedeciéramos los mandamientos divinos” (véase “Merced, justicia y amor”, Liahona, mayo de 2015, págs. 105–106).

Entonces hermanos, hay dos cosas que nos impide volver con Dios, la primera es que somos imperfectos y día a día pecamos, y son nuestros pecados que nos alejan de Dios, la segunda cosa que nos impide volver con Dios es que somos mortales, esto quiere decir que no tenemos el poder de resucitar por nosotros mismos, es por eso que Jesucristo vino y pago por nuestros pecados en el huerto de Getsemaní y nos libró de las cadenas de la muerte al morir por nosotros en la cruz y resucitar al tercer día.

Pero si él no hubiera efectuado la expiación (ósea pagar por otros) nos encontraríamos en una situación terrible ya que solo moriríamos sin esperar una vida mejor,  Leemos en el libro de Mormón lo siguiente:
2 Nefi 9:9
Libro de Mormón
Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, para ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en la miseria como él; sí, iguales a ese ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se transforma casi en ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones secretas de asesinato y a toda especie de obras secretas de tinieblas.


Vemos que Jacob explica muy claramente lo que nos habría sucedido si no hubiera habido un sacrificio expiatorio para la redención de los pecados y la resurrección de la muerte. Debido a que todas las personas pecan en esta vida (véase Romanos 3:23), y como nada impuro puede morar en la presencia de Dios (véase Moisés 6:57), al morir alguien su espíritu permanecería en estado de impureza para siempre; y por consiguiente, quedaría bajo el dominio y el poder de Satanás. Como Jacob dijo: " ... nuestros espíritus habrían llegado a ser como él... " (2 Nefi 9:9). "La Caída trajo la muerte. Esta no es precisamente una condición ideal puesto que nosotros no queremos ser expulsados de la presencia de Dios, ni queremos estar sujetos para siempre a las condiciones mortales. Tampoco queremos morir y que nuestros cuerpos se conviertan en polvo, ni que los espíritus que han poseído estos cuerpos por derecho se vayan al dominio de Satanás quedando sujetos a él. "Pero ésa era la condición y si Cristo no hubiese venido con su sacrificio expiatorio, en demanda de la ley de justicia, a reparar o expiar o a redimirnos de la condición en la que se encontró Adán y en la cual nosotros nos encontramos aún, entonces la muerte física habría venido; el cuerpo habría vuelto al polvo del cual provino; el espíritu habría ido a las fronteras del dominio de Satanás y quedaría sujeto a él para siempre" Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, tomo 1, pág. 117).

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Pero también leemos:
2 Nefi 9:10–14
Libro de Mormón
10 ¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que prepara un medio para que escapemos de las garras de este terrible monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu!
11 Y a causa del medio de la liberación de nuestro Dios, el Santo de Israel, esta muerte de la cual he hablado, que es la temporal, entregará sus muertos; y esta muerte es la tumba.
12 Y esta muerte de que he hablado, que es la muerte espiritual, entregará sus muertos; y esta muerte espiritual es el infierno. De modo que la muerte y el infierno han de entregar sus muertos, y el infierno ha de entregar sus espíritus cautivos, y la tumba sus cuerpos cautivos, y los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados los unos a los otros; y es por el poder de la resurrección del Santo de Israel.
13 ¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios! Porque por otra parte, el paraíso de Dios ha de entregar los espíritus de los justos, y la tumba los cuerpos de los justos; y el espíritu y el cuerpo son restaurados de nuevo el uno al otro, y todos los hombres se tornan incorruptibles e inmortales; y son almas vivientes, teniendo un conocimiento perfecto semejante a nosotros en la carne, salvo que nuestro conocimiento será perfecto.
14 Por lo que tendremos un conocimiento perfecto de toda nuestra culpa, y nuestra impureza, y nuestra desnudez; y los justos, hallándose vestidos de pureza, sí, con el manto de rectitud, tendrán un conocimiento perfecto de su gozo y de su rectitud…

…Cuando Adán transgredió el mandamiento en el Jardín de Edén, y como consecuencia se produjo la caída del hombre, se introdujeron en el mundo dos tipos de muerte: la física, que consiste en la separación del cuerpo y el espíritu, y la espiritual, que consiste en la separación o alejamiento de Dios. Debido a que ambas condiciones son automáticas y no la consecuencia de acto alguno de parte del hombre, es justo que éstas se resuelvan sin condiciones ni precio alguno. Por medio de la Resurrección que Cristo hizo posible, se vence a la muerte automáticamente y el cuerpo y el espíritu se reúnen nuevamente para no separarse jamás. Pero además, hay algo que la mayoría de las personas no comprende muy bien, y es que la Resurrección también hace posible que automáticamente el hombre vuelva a la presencia de Dios, o sea, que venza el estado de muerte espiritual que causó la caída de Adán. Por lo tanto, todas las consecuencias de la caída de Adán se vencen automáticamente sin condiciones. Sin embargo, en el caso de la muerte espiritual debemos recordar que nuestro estado de separación de Dios durante nuestra vida terrenal se debe sólo parcialmente a la transgresión de Adán. Nacemos mortales, lejos de la presencia de Dios debido a la Caída; pero una vez que llegamos a la edad de responsabilidad y sucumbimos a la tentación, entonces somos responsables de nuestro propio estado de impureza. En otras palabras, ahora somos nosotros los culpables de mantener ese estado de alejamiento o de muerte espiritual. Si nos volvemos hacia Dios y aceptamos el sacrificio de Su Hijo, antes del Juicio, entonces, por medio del poder redentor de nuestro Salvador, nos hallaremos "vestidos de pureza, sí, con el manto de rectitud" (2 Nefi 9:14). Lo que quiere decir es que la muerte espiritual causada por nuestra propia caída también se vencerá en Cristo, y por lo tanto podremos morar con Dios para siempre. Pero a todos nos llevarán a la presencia de Dios (véanse los verso 13-15). Todos venceremos temporalmente el estado de muerte espiritual causado por la caída de Adán. Para quienes rehúsen venir a Cristo, ese estado de muerte espiritual o separación de Dios se vencerá sólo el tiempo suficiente para llevarlos a Su presencia para el juicio. Luego serán expulsados de Su gloria y de Su presencia por negarse a arrepentirse. Alma nos enseña el concepto de que en el momento del juicio recordaremos a la perfección nuestra rectitud y nuestros pecados, y a la vez nos describe la terrible vergüenza que sobrecogerá a todos los que· no se hayan arrepentido de ellos (véase Alma 12:13-15).

Hermanos esta expiación, este pago por nuestros pecados y liberación de la muerte, no tendrá efecto alguno al menos que aceptemos el evangelio de Jesucristo restaurado hoy en la tierra, y bajemos a las aguas del bautismo, y tomemos sobre nosotros el nombre de Cristo y le sigamos hasta el final. Este bautismo debe ser hecho por la debida autoridad.
El arrepentimiento nos ayudara a tener el deseo de seguir a Cristo tomando un bautismo así como él lo tomo para darnos el ejemplo.

Recordemos que hay 5 etapas del arrepentimiento
1.- Reconocer que hemos pecado.
2.- Sentir pesar.
3.- Confesar a Dios nuestros actos.
4.- Componer el daño que hayamos hecho por nuestras faltas.
5.- Y no volver a cometer pecado.

El último paso es el más difícil, debido a que somos imperfectos seguiremos pecando, pero en la iglesia existe algo llamado la santa cena, lo cual consta de comer el pan que es en representación del cuerpo de Cristo por su muerte en la cruz, y el agua que representa la sangre que derramo por nosotros para pagar por nuestros pecados, al comer de estos renovamos nuestros convenios, es como un bautismo pequeño que nos mantendrá cerca de Dios, si nos esforzamos en guardar sus mandamientos y perseverar hasta el fin.

Pero a pesar de esto hay y existirán personas que no aceptaran el evangelio, debido a que creen saber más que Dios y menospreciaran el evangelio.

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Leemos en el libro de Mormón lo siguiente:
2 Nefi 9:28–38
Libro de Mormón
28 ¡Oh ese sutil plan del maligno! ¡Oh las vanidades, y las flaquezas, y las necedades de los hombres! Cuando son instruidos se creen sabios, y no escuchan el consejo de Dios, porque lo menosprecian, suponiendo que saben por sí mismos; por tanto, su sabiduría es locura, y de nada les sirve; y perecerán.
29 Pero bueno es ser instruido, si hacen caso de los consejos de Dios.
30 Mas ¡ay de los ricos, aquellos que son ricos según las cosas del mundo! Pues porque son ricos desprecian a los pobres, y persiguen a los mansos, y sus corazones están en sus tesoros; por tanto, su tesoro es su dios. Y he aquí, su tesoro perecerá con ellos también.
31 ¡Ay de los sordos que no quieren oír!, porque perecerán.
32 ¡Ay de los ciegos que no quieren ver!, porque perecerán también.
33 ¡Ay de los incircuncisos de corazón!, porque el conocimiento de sus iniquidades los herirá en el postrer día.
34 ¡Ay del embustero!, porque será arrojado al infierno.
35 ¡Ay del asesino que mata intencionalmente!, porque morirá.
36 ¡Ay de los que cometen fornicaciones!, porque serán arrojados al infierno.
37 Sí, ¡ay de aquellos que adoran ídolos!, porque el diablo de todos los diablos se deleita en ellos.
38 Y en fin, ¡ay de todos aquellos que mueren en sus pecados!, porque volverán a Dios, y verán su rostro y quedarán en sus pecados.

Hermanos, solo mediante a la expiación de Jesucristo podremos ser salvos, no hay otro camino, y es en este evangelio  y en esta iglesia que encontramos todas las ordenanzas para ser salvos, las cuales son efectuadas por la debida autoridad para que tengan valides en los cielos.


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